Dijo una vez Steve Jobs que Apple creaba productos que ellos mismos querían usar. Ésa es la base y la esencia de una compañía que a lo largo de los años ha establecido una gama de dispositivos que marcó la historia de la tecnología. Y dice la leyenda que el 1° de abril de 1976 Steve Wozniak y el mismo Jobs fundaron una empresa con sede en un garage (el de la casa de este último).
La historia de la compañía, quien más, quien menos, todos la conocemos: los vaivenes, la ida de Jobs, la debacle, el retorno salvador que le ha conferido entre los fanáticos de la manzana mordida ese halo mesiánico. En definitiva, todos los condimentos de una obra shakespeariana están envueltos en cuatro décadas que cambiaron el mundo.
En todos estos años, los de Cupertino han convertido sus productos en verdaderos compañeros de vida; primero, en la familiar para compartir las horas de ocio con los afectos a partir del mítico Apple II; luego, en el ámbito laboral con el Macintosh; más acá en el tiempo fue el turno del iPod, que nos permitió poder evadirnos con nuestra música en cualquier lugar y, por último, con el iPhone que se convirtió en el definitivo compañero de todo el día.
El motivo del éxito de todos estos productos no es casual, ni un golpe de fortuna. Es el resultado de las cosas que se pueden hacer cuando nos guía la pasión, el amor por lo que hacemos, el talento y la visión. Sí, la visión de lo que se puede hacer con lo que se crea es ese extra que ha tenido siempre Apple. El saber qué es lo que va a venir, cómo se van a desarrollar las personas, cuáles son las necesidades y expectativas que van a tener.
Si a todo esto le agregamos el exquisito gusto en el diseño, que fue cambiando a lo largo de los años pero que siempre aportó una frescura y elegancia largamente copiadas por la competencia pero con mucho menos garbo, el resultado es explosivo.
Apple cumple sus primeros y ajetreados 40 años
Innovar no consiste solamente en aportar cosas nuevas, hay que hacer una selección detallada y consciente de lo que puede ser útil para los usuarios. Cuando se intenta agregar demasiados “extras” a un producto se arriesga a perder la noción y objetivo final del mismo. Apple no tiene este problema, en parte porque no necesita adornar sus productos que ya son ampliamente funcionales desde su salida al mercado.
Pero todas estas cosas no siempre fueron así; para ser concretos, hubo un período en el que Apple podría haber desaparecido. Precisamente el motivo fue dejar de lado estos pilares que hacen grande a la empresa californiana. La etapa de los de Cupertino más alineada al pensamiento empresarial tradicional fue la que la llevó al borde de la quiebra. Por eso es importante que se retomen estos valores que son la innovación, la visión y el diseño; en definitiva, el querer crear productos para ellos mismos. Son éstos lo que han hecho la fama y la fortuna de la empresa de la manzana mordida y desde la desaparición de Steve Jobs han ido desapareciendo gradualmente.
Les aseguro que las cosas no pasan porque sea más o menos estable un sistema operativo, al fin de cuentas se ha convertido en un latiguillo quejarse del mismo comparándolo con los de hace unos años pero olvidando la mayor complejidad y prestaciones que tiene en el presente. No pasa por ese lado, no… pasa por volver a crear productos que generen sueños en los usuarios. Y esto no se está dando últimamente.
Falta, indudablemente, la guía fuerte, la persona irreemplazable. Un coloso como Disney lo sufrió por décadas, después de que nos dejara el gran Walt. Y Apple, para mí, está en la misma circunstancia, esperemos no tener que esperar tanto tiempo para reencontrarnos con la compañía que soñaron Woz y el tío Steve. Al menos es lo que anhelamos quienes, como la compañía, ya llegamos (y pasamos) los 40.
¡Felices 40 años Apple, y que vengan muchos más!