Terminada la Keynote de ayer, y con la sensación de una “sinfonía agridulce” (disculpen The Verve), me quedé atónito. Escribiendo desde mi MacBook Pro Late 2011, a la que hace unos meses tuve que agregarle 4GB de RAM -para llegar a los 8-, esperaba quedar boquiabierto y contando los días para poder entrar a una tienda de Apple a decirles… “Shut up, and take my money!”. Pero no pasó.
No me malinterpreten. El ingreso de la Touch Bar me parece un acierto. Es, en sí, una revolución para el mundo de las computadoras portátiles. Le da mayor participación y utilidad al teclado, libera en espacio a la pantalla y abre un camino que, seguramente en unos años, concluya con teclados completamente táctiles. Además, un detalle, Touch ID incorporado a la pantalla, ¿les suena?
El ingreso de la Touch Bar en el MacBook Pro es una revolución para el mundo de las computadoras portátiles.
Sin dudas, el Touch ID es bienvenido. ¿Quién, de los que pasó de un iPhone/iPad sin Touch ID a otro que sí lo tenía, no lo agradece? El evitarnos ingresar miles de veces una contraseña es algo que ya no valoramos pero que cuando llegó fue fenomenal. Bueno, ahora también en el MacBook Pro.
Pero más allá de eso, la Touch Bar se diluye un poco. ¿De verdad voy a querer deslizarme a través de microscópicas fotos en una pequeña franja que estoy cubriendo con los dedos cuando podría estar viéndolas en un tamaño decente, de frente y en la “brillante” pantalla?
No lo se, el trackpad -ahora más grande- parece seguir siendo el camino natural para la mayoría de las tareas que se le quisieron dar a la Touch Bar en gran parte de los demos que se sucedieron durante la presentación. Para emojis, para el volumen o el brillo, para algún que otro dato o función, está bien. Para el resto, es dudoso. Como siempre, veremos cómo la explotan los desarrolladores (incluída Apple). Promete, pero está en pañales.
El trackpad -ahora más grande- parece seguir siendo el camino natural para la mayoría de las tareas que se le quisieron dar a la Touch Bar.
De todas maneras, la nueva MacBook Pro no solo es Touch Bar. Como era esperable, reduce su peso y grosor en relación al modelo anterior. Además, mejora en brillo y velocidad gráfica. Mejora en velocidad de almacenamiento (dicen que hasta un 100%), y de procesamiento. Augura 10 horas de batería, y asegura un 58% de incremento en sonido de parlantes.
Pero pierde entradas por doquier (MagSafe, USB, tarjeta SD, DisplayPort y HDMI), a costa de la llegada del USB-C (2 o 4 puertos de acuerdo al modelo). Eso sí, tranquilos, conserva el jack de audio de 3,5 mm que perdió el iPhone. No es broma, aunque parezca. Es que con el MacBook escucho más música que con el iPhone, ¿o, no?
Y con todo esto, ¿qué hacer? ¿Cambiar mi Late 2011 por un Late 2016? El arribo de macOS Sierra significó un sinceramiento de funciones, con las que mi modelo quedó bastante relegado. Tal vez no funciones primordiales, como el desbloqueo con el Apple Watch o el Portapapeles universal, pero que sí serían muy útiles. Ni que hablar de la pantalla, la velocidad y la capacidad de procesamiento. Utilizo a diario mi MacBook, y el paso del tiempo ha sido cruel con mi compañera, al punto de hacerme perder minutos en el inicio de cualquier aplicación más o menos “pesada”.
El incremento en velocidad de los procesadores, las placas gráficas y la cantidad de puertos USB-C, parecen justificar mirar para arriba en prestaciones.
¿Las opciones? De por sí, los 256GB de almacenamiento de los primeros modelos se quedan cortos para los casi 300GB que tengo ocupados ya en mi computadora, pero los US$2799 de la MacBook Pro de “15-inch” me parecen excesivos. Por otra parte, el incremento en velocidad de reloj de los procesadores, las placas gráficas y la cantidad de puertos USB-C, parecen justificar mirar para arriba en prestaciones. Aunque por ahora, tampoco necesitaría 16GB de RAM.
Mi elección: MacBook Pro de 13 pulgadas, i5 (2.9GHz), 8GB de RAM (2133MHz), 512GB SSD, placa Intel Iris Graphics 550 y 4 puertos Thunderbolt 3. El cuarto modelo ofrecido, que incluye la Touch Bar y tiene un precio de US$1.999. ¿Los vale? No estoy seguro, pero es lo que necesito, aunque la sinfonía siga siendo “agridulce”.